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martes, 26 de diciembre de 2017

Para los que NO fueron a Misa en Navidad

Nació también para TI

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Navidad: Contemplar y Vivir el Evangelio


Hoy os ha nacido un salvador 

[Navidad, Feliz Navidad. Es ésta una fiesta muy importante para los 

cristianos. En ella recordamos, más aún celebramos y hacemos presente 
el nacimiento de Jesús, nuestro Señor y Salvador. El evangelio según san 
Lucas relata cómo se celebró la primera navidad. Al celebrarla y contemplar, 
se actualiza en nosotros. Hoy puede nacer Jesús.]

Si te ayuda, puedes empezar así: -Señor, estás… -Señor, estoy… Ante ti, 

pequeña y humilde criatura envuelta en pañales y sobre todo arropada 
por el amor de María y de José… Yo también te quiero envolver con mi fe,
 con mi amor… Porque sé que tu eres Dios, mi Dios…, mi Salvador y mi
 Señor… Aquí estoy, Señor: nace hoy en mí…

Del Evangelio de san Lucas 2,1-14: (Tener a mano el texto completo y leerlo).

>También José…, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba en cinta…
-Un decreto, un empadronamiento, un camino largo que recorrer y una situación personal de este joven matrimonio, que, siendo para ellos expectante y muy gozosa, no dejaba de ser preocupante en ese preciso momento. Nos pasa eso muchas veces en la vida. A todos. De manera particular a los matrimonios jóvenes y menos jóvenes. ¿Y cómo reaccionamos a ellas? ¿Vemos enseguida un plan de Dios que acatar o una mala suerte que nos viene trastornar? ¿Tan corta y pobre es nuestra mirada de fe? Para Dios, y para el evangelista también, todo está relacionado. ¡Todo! Tengo que aprender a ver en otra clave, ¿no? Puede ser este el momento. Lo pido e insisto:
    Señor, enséñame/nos a descubrir que nada escapa ni queda fuera de tu 

proyecto amoroso con cada uno de tus hijos y de toda la humanidad como
 familia tuya. Que lo vea, Señor. Que lo entienda.

>Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio 

a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. 
-La simplicidad de relato del hecho y sus detalles nos asombra. ¿No crees? No 

falta nada. Lo demás, ¡es devota fantasía popular; y está bien porque el amor se 
dice y redice, se desborda de muchas maneras! Lee y relee… Contempla: mira, admira, las personas y sus gestos…  Oye sus palabras… Sigue con el corazón su presencia y movimientos… O sus elocuentes silencios adorantes… Y tú, y yo, 
como uno más, allí, contemplando…, y gozando… Intentando sacar algún
 provecho…, que algo se me pegue… Porque todo eso está aconteciendo ahora
 aquí, en mí… ¿Qué te dice? ¿Qué te enseña?
-“Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y

 dejemos que ese niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras 
sin apartar la mirada de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce ocaso. Este Niño nos enseña
 lo que es verdaderamente importante en nuestra vida. Nace en la pobreza del mundo, porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia.  Encuentra
 cobijo y amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y,
 sin embargo, de esta nada brota la luz de la gloria de Dios. Desde aquí, empieza 
para los hombres de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y del rescate perpetuo. De este Niño, que lleva grabado en su rostro los rasgos de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, brota para todos nosotros,
 sus discípulos, el compromiso de “renunciar a la impiedad” y a las riquezas del mundo, para vivir una vida “sobria, justa y piadosa”. (Papa Francisco).
    Señor, Jesús, ante ti, la Palabra de Dios echa niño, no tengo palabras. 

Bueno, sí, tengo algunas: sé que me amas, por eso estás aquí, y así… ¡No sé seguir!… Algo más, sí, te amo… Y en el silencio, te adoro con el corazón estallándome de gozo…
Y todo yo quiero cantar, danzar… (Y el Niño que dice: ¡Hazlo!)…  ¿Cómo?... ¿Tú? Jesús, no entiendo nada… 

>En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. 
-En esta noche, a los marginados se comunica Dios y les envuelve su presencia, de tal manera, que les entró miedo. ¡No es para menos! ¿No te está pasando eso a ti, ahora? ¿Seguro que no? Contempla la escena y no pierdas detalle…
>El ángel les dijo: “No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.
-Buena noticia y alegría para todos. ¿Se puede dar mejor anuncio a quien nadie hace caso? Así es Dios con los menesterosos. Esta noche, ahora, ese saludo jubiloso es para mí. ¿Acaso no hago parte de todo el pueblo? ¡Acógelo, es para ti, seguro! Escucha, oye bien: os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. ¿Entiendes ahora quién es el nacido y cuál el sentido de su nacimiento? El Enviado de Dios, y Dios mismo hecho carne humana, tu Salvador y Señor… Tuyo y de toda la humanidad. Para ti y para todos sin excepción… Contempla la escena mientras desgranas estos pensamientos…
>Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
-Son las señales que da Dios para encontrarle: la pequeñez del niño, la pobreza de unos pañales y la humildad extrema de un pesebre-cruz. Cuando aparecen esos signos o muevo entre ellos, Dios mismo está muy cerca y puedo realmente encontrarle. En medio de la aparatosidad y el espectáculo, no. Contempla despacio ese Niñito en pañales y en el pesebre… Pídeles a María y a José, -¡tú verás!-, ¿puedo besarle?
>De pronto, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
-El cielo y la tierra se unen y cantan y agradecen y alaban a Dios. Ha llegado la hora de la paz y de la buena voluntad. El poder glorioso y salvador de Dios se ha manifestado en nuestra tierra. Es evidente: el acontecimiento del Nacimiento de  Jesús en Belén no puede dejarnos indiferentes. Es preciso que tú y yo, los creyentes todos, le prestemos nuestra vida para que en las circunstancias históricas actuales,  y en el vivir cotidiano, se manifieste como el Salvador, el Mesías, el Señor. ¿Cómo no orar y contemplar, cantar y gozar y bailar…, y comprometernos ya siempre con Él? Esta es la Navidad. Feliz Navidad.
    Señor, concédenos a quienes celebramos y contemplamos el nacimiento de tu Hijo con devoción gozosa, conocer con plenitud de fe la profundidad de este misterio y amarlo con la más ardiente caridad. 
 

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