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miércoles, 15 de noviembre de 2017

Cómo aceptar el final de la vida

"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene". Jorge Luis Borges 

Hay momentos de la vida que cuestan de aceptar. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué a mí? ¿Ahora? Quizás teníamos un presentimiento pero, en la práctica, la noticia inesperada de que estamos en la fase terminal de nuestra vida llega en un momento inoportuno: “En diciembre  nacerá el hijo de mi hija y el año que viene Juan y yo cumplimos 30 años de casados. ¡Me queda tanto por vivir!”
Pero ocurre. En un instante la vida da un vuelco y todo adquiere otro sentido. Lo que ayer era fundamental e inaplazable hoy se ha convertido en un tema totalmente prescindible e innecesario. Por el contrario, cosas que estaban en el olvido o pendientes de resolver, se vuelven importantes.
Se dan también los casos de enfermos que de maneras diversas evitan el tema y no se dan la posibilidad de compartir el dolor que provocará, irremediablemente, la pérdida. En ambos casos, la invitación a la reflexión espiritual es un buen punto de partida para afrontar y vivir el proceso de esta última etapa de la vida.
Desde que nos iniciamos en la conciencia, sabemos que la muerte  llegará, en un momento u otro, aunque, sin pensarlo con detenimiento, tendemos a proyectarla a largo plazo, a imaginarla en la vejez. Por de pronto hay tiempo por delante con tantos propósitos, ilusiones, deseos y anhelos.
Y sin embargo, la muerte forma parte de la esencia de la naturaleza humana. La vida nos reserva tres grandes acontecimientos vitales -el nacimiento, la vida y la muerte-. La muerte es la última en llegar. El momento no lo elegimos, aunque es cierto que, inconscientemente, hayamos vivido como si fuéramos inmortales.



Racorn - Shutterstock

¿Podemos o queremos oír la voz de la muerte cuando se acerca?  

Es difícil encontrar las palabras precisas que expresen las emociones y los pensamientos que nos produce la enfermedad cuando es terminal. Se trata de una experiencia única, que nos devuelve al principio de nuestra existencia y, a la vez,  nos sitúa en el punto de partida de un viaje desconocido, el duelo, un momento para aceptar la última pérdida. Quienes nos acompañan sienten miedo y también la impotencia de no poder interceder en el rumbo de la realidad que se impone.
Hay una gran producción literaria que desvela las claves del duelo para ayudar a sobrellevarlo y elaborarlo. Los  autores coinciden en que la reacción inmediata que provoca el shocktraumático es la negación que se manifiesta con resistencia a la aceptación. Afirmaciones tales como: ¡Parecía que todo iba bien! ¡No me lo esperaba! ¡Debe tratarse de un error!” son habituales y, a la vez, muy humanas.
Pero lo cierto es, que el enfermo cae en un estado de incertidumbre, de dolor profundo e intenso, incluso de honda preocupación.”¿Qué pasará conmigo?¿ y con mi familia?¡ Tengo temas pendientes por resolver! ¿Cuando llegue el momento qué sentiré?” La antesala de la muerte produce una tormenta de sentimientos que, indefectiblemente, viviremos, pasaremos y superaremos.
Sobre cómo aceptamos la muerte “consciente” en una fase terminal depende de muchos factores pero, fundamentalmente, está relacionado con la persona que somos y con la que nos hemos convertido a lo largo nuestra vida. Influye también en nuestra capacidad para el consuelo que nos reconforte y acompañe. Los testimonios de pacientes terminales y de profesionales de la salud en este ámbito inciden sobre los siguientes temas:
  • Saber la verdad de lo que sucede para mantener la dignidad
  • El derecho a tener acceso a cuidados paliativos que eviten el dolor físico
  • Contar con el cuidado, la confianza y la aceptación de seres queridos;
  • Poder manifestar y ejercer el derecho a un apoyo espiritual que proporcione sosiego y serenidad y ayude a que este momento se viva con plenitud.
María Reales, aleteia 

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