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sábado, 26 de agosto de 2017

Cómo los hombres han querido demostrar la existencia de Dios: Artículo de CHARLES ROUVIER

A menudo se dice, al menos desde el siglo XVII, que fe y razón son enemigos y que no es posible probar que Dios existe. Sin embargo, desde hace mucho tiempo filósofos y sabios famosos han identificado "pruebas", a veces muy convincentes, de Su existencia. Selección.


 La prueba por el consenso
Como en todo tiempo y en todo lugar los hombres han creído en la existencia de uno o varios dioses, debe haber “algo”. Este argumento fue desarrollado primero por Cicerón. Podría parecer débil, basado en la mera presunción de que la opinión mayoritaria es la buena. Pero la constante es clara: allí donde reina el ateísmo, pululan los sustitutos de las religiones: “diosa razón” de la Revolución, culto a la personalidad, a la ideología y el partido de turno, sectas New Age, espiritismo, cientifismo,… Como si la necesidad de creer en algo fuera incontenible. ¿Pero por qué?

La prueba por la imperfección de los seres 

Todo el mundo diferencia una manzana podrida y una sana. Si se sabe que la manzana está podrida es porque se la puede comparar con una manzana sana. El mundo, aunque bello, no deja de ser imperfecto: el amor se tiñe de celos, la riqueza se acompaña de inquietudes,… Nada es nunca perfecto. Sin embargo no tenemos ningún modelo absolutamente perfecto para usar como modelo. Si por tanto sabemos que este mundo es imperfecto, es porque un ser perfecto existe en alguna parte.

El diseño inteligente 

El mundo obedece a reglas. Eso vale para las flores que cierran sus pétalos de noche y los reabren al alba, para los planetas que giran en torno a las estrellas, para el agua que hierve a los 100 grados Celsius, etcétera. ¿Cómo leyes tan generales, permanentes y absolutas podrían ser fruto del azar? El universo me abraza, y no puedo pensar que este reloj existe y no hay ningún relojero, decía Voltaire. Toma un cubo de pintura y lánzalo sobre un lienzo y hazlo hasta que aparezca una línea recta. Imposible. Sin embargo es un milagro así el que parece presidir por toda la eternidad la mecánica universal.

La causa primera 

Todo lo que existe viene de otra cosa. Toda cosa es la consecuencia de una o varias cosas que son su causa y el número de causas para un acontecimiento es infinito. Sin embargo es necesario que haya una causa primera. Algo o alguien que haya sido el primero en producir un efecto sin ser él mismo. La descripción de esta prueba conoce algunas variantes. Una de ellas es la prueba por el movimiento: todo se mueve y todo lo que se mueve es movido por otra cosa: alguien ha tenido que impulsar el primer movimiento. Este argumento se desarrolló durante siglos, entre otros por Aristóteles, en su Metafísica.

La prueba ontológica

“Si pienso en Dios, pienso en un ser perfecto y si pienso en un ser perfecto, tiene que existir, porque es perfecto (la perfección no puede ser perfecta sin existencia) y por tanto Dios existe porque yo pienso en él”. Esta prueba era muy apreciada por Descartes, a quien le gustaban mucho silogismos como ese.
Estas diferentes “pruebas” filosóficas permiten comprender que la existencia de Dios es también cuestión de razón y de lógica. Estas pueden ayudar a reafirmar una fe débil o iniciar una reflexión metafísica con alguien con quien no lo pensabas.
Siempre hay que tener en mente que la razón no puede dar la fe como tal. El Dios cristiano es más que el “Dios filosófico” cuya existencia tienden a demostrar estas pruebas: además de existir, es trino, se hizo hombre, resucitó de entre los muertos, perdona los pecados y da su cuerpo en comunión. De esta realidad esencial, sólo la Sagrada Escritura y la Tradición son las fuentes.
“Porque me has visto has creído. Felices quienes creen si haber visto” (Jn 20,29). Esta palabras de Jesús son indispensables para conceder a la filosofía su justo lugar, ni menor ni hegemónico.



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