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lunes, 21 de noviembre de 2016

Mamá, ¿por qué papá no viene a misa con nosotros?

Cómo responder de una manera que los niños entiendan y, al mismo tiempo, respeten 

Mamá, ¿por qué papá no viene a misa con nosotros?

MARISA SANDORA, ALETEIA  
Esta pregunta surgía casi todos los domingo de mañana, cuando intentaba llevar a mis hijos a misa y mi marido se quedaba confortablemente sentado en el sofá. “¿Por qué él se puede quedar en casa?”, se quejaba mi hija Paige.

¿Cómo explicarles que papá no sigue nuestra religión? ¿Que él no tiene religión?
Yo me esforcé mucho por pensar en la mejor manera de hablar sobre eso. “Papá no fue criado en el catolicismo. Él no fue criado yendo a la iglesia como nosotros”, les respondí a las niñas, una de 7 y la otra de 10 años. “¿Pero él se irá al infierno?”, preguntó una vez la mayor. Así que la cosa se empezó a complicar.

Cuando comenzamos el noviazgo, me di cuenta que Rich no era religioso. Él había sido bautizado en el protestantismo, pero la familia de él nunca frecuentó la iglesia. Él considera que la ciencia no es compatible con la religiosidad. Sólo que mi fe siempre fue muy importante para mí y, antes de formalizar nuestro noviazgo, quise tener la certeza de que mi futuro marido estaría de acuerdo en criar a nuestros hijos en la Iglesia católica. Rich me aseguró que, por él, no habría problema, desde que él no se involucrara personalmente en este aspecto de nuestra vida. “Bueno, ya es algo”, pensé. “Por lo menos él no está en contra de mi religión”.
Pasaron quince años y vinieron tres hijos. Ir a la iglesia sola en Nueva York era una cosa; ir y llevar tres hijos a una iglesia llena de familias es otra. Obviamente, no me gusta no estar con mi marido en un momento que debería ser familiar. Siento que mis hijos miran a otros padres en la iglesia y piensan que merecerían la presencia del suyo. Le pedí a Rich que fuera con nosotros una vez a la semana, pero él se rehusó categóricamente. “¿Qué es una hora a la semana?”, le pregunté. Creo que él debería estar dispuesto a hacer sacrificios por mí y por nuestros hijos, pero hasta ahora no he logrado hacer que cambie de idea.

Sé también que no estoy sola en este tipo de batalla. Antes de la década de 1960, sólo alrededor del 20% de las parejas, aquí en los Estados Unidos, tenía una unión interconfesional. En la primera década de este siglo, el número se duplicó, llegando al 45%. En esta situación, ¿cómo convencer al cónyuge no practicante para que participe con la familia?

“De la misma forma que convences a tu cónyuge a hacer cualquier otra cosa”, respondió el terapeuta Gregory Popcak. “Explícale cuán importante es, insiste para que considere la importancia de la cuestión y no dejes morir el asunto”, añade el terapeuta, que también es director ejecutivo de Pastoral Solutions Institute, una organización que ayuda a los católicos a enfrentar a la luz de la fe una serie de situaciones difíciles en el matrimonio, en la familia y en la vida personal. Gregory Popcak ha escrito más de una docena de libros sobre teología católica y psicología, entre los cuales “Discovering God Together: The Catholic Guide to Raising Faithful Kids” (Descubriendo juntos a Dios: La guía católica para criar a los hijos en la fe).

“Las investigaciones sobre las parejas que enfrentan diferencias relacionadas con la fe muestran que, cuando ocurre un conflicto relacionado con la iglesia, difícilmente tiene algo que ver con la religión en sí. Tiene mucho más que ver con el respeto. El respeto implica más que la simple gentileza con el otro. Implica el esfuerzo de mirar lo que hay de verdadero, de bueno y de bello en todas las realidades que el otro considera verdaderas, buenas y bellas. Las parejas que lidian con las diferencias de la fe generalmente son aquellas que se esfuerzan para ver e intentar entender lo que la pareja considera bueno, verdadero y bello en sus convicciones y prácticas religiosas”. Popcak enfatiza, está claro, que el respeto a la generosidad son vitales en todos los aspectos de la relación, no sólo en lo religioso.

El diácono permanente Doug Kendzierski, de la arquidiócesis norteamericana de Baltimore, casado desde hace 27 años y padre de tres hijas grandes, subraya que la clave es la comunicación honesta: “Ignorar prioridades y sentimientos no es sólo deshonesto, sino también perjudicial. No se trata de ‘convencer’ al cónyuge, sino de explicarle y ayudarlo a entender. Es necesario ser honestos acerca de la importancia de la unidad de la familia en la Iglesia. (…) Además de eso, la oración es imprescindible. Nunca subestimes el poder de la oración”.

Estos consejos son excelentes y pretendo continuar siguiéndolos, para que el corazón de mi marido se abra. Pero ¿qué hacer en el caso de los cónyuges que tienen religiones diferentes y conservan convicciones profundamente arraigadas al respecto de ellas?

Popcak sugiere el mismo principio. “Es necesario fomentar un diálogo abierto sobre la fe de cada uno, mostrando ese respeto que mencioné. Intentar compartir las actividdaes de fe con las que se sientan más a gusto y aborden las diferencias de modo abierto, honesto y respetuoso”.

Además de eso, cada cónyuge tiene que responsabilizarse por enseñar a los hijos sólo la propia fe, no la del otro cónyuge. Es necesario respetar las diferencias con honestidad, pero no hace sentido “promover” la religión del otro como si fuera la propia. Popcak aclara: “Yo digo esto porque es común que el cónyuge más practicante, por miedo a cometer alguna ‘injusticia’ dentro del matrimonio, termine poniendo a los hijos tan en contacto con su propia religión como con la del otro cónyuge, aunque éste sea menos religioso”.

Pero, a fin de cuentas, ¿qué decirle a los hijos cuando preguntan por qué su papá no va con nosotros a misa?
“Los niños necesitan entender que eso no es falta de amor o de compromiso del padre hacia ellos, pero sí que el papá es adulto y Dios permite que los adultos decidan libremente cómo quieren emplear su tiempo. Recuérdale a los niños la atención y el tiempo que su papá les dedica e incentívalos para mantener una relación siempre honesta y abierta con él, sin forzarlo en este asunto. Cada persona tiene su tiempo – pero es importante siempre que los hijos recen por su padre y madre”.

Sí: Popcak subraya que es muy importante dar testimonio frente a los niños de la importancia de la oración. “Cuando conocemos a Dios y sentimos cuánto nos ama, queremos pasar más tiempo con Él. Además, así podemos explicar a los niños: ‘Papá no va a la iglesia porque aún no ha sentido cuánto lo ama Dios. Él aún no ha sentido cuánto quiere Dios cuidar de él, a pesar de que Dios está siempre intentando mostrarle eso. Y esta situación le sucede a mucha gente, porque la fe es un regalo que las personas reciben en momentos diferentes. Y muchas veces Dios pide nuestra ayuda para dar ejemplo a algunas personas de cuánto Él las ama. Es bueno también rezar por papá, pidiéndole a Dios la gracia de ayudarlo a recibir el regalo de la fe’. Esta misma conversación puede ayudar a dar un paso más: preguntarle a los niños si ellos mismos ya están experimentando el amor de Dios”.

Conforme a la respuesta que ellos den, podremos entender mejor en qué medida seguir promoviendo la profundización de la relación de nuestros hijos y Dios, prosigue Popcak.

En cuanto a mí, además de ayudar a mis hijos a tener una relación cada vez más significativa con Dios, no desistiré de transmitir esa misma experiencia también a su papá.




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