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domingo, 13 de noviembre de 2016

La Santa Misa contada en Historietas 26










26. El Emperador que reforma la Liturgia

(Credo)




Cuando los acólitos vuelven del altar a la sacristía - aunque fuera de la Misa más solemne - enseguida comienzan los reproches: "Has tocado la campana con mucha violencia" - "Te equivocaste con el incienso" - "No has traído el libro" -. Cuando los monjes de la abadía o los futuros sacerdotes se reúnen para desayunar luego de la Misa Cantada, la liturgia y los errores cometidos son el único tópico de conversación.

Esto ha sido así ya cuando el emperador Enrique II, el Santo, fue coronado emperador en Roma el año 1014. Con rostro serio y sin conversar estaba sentado a la mesa al lado del Papa Benito VIII. Todavía hoy puede uno visitar el lugar: cerca de la catedral del Letrán donde se yergue un arco del comedor. Para decir algo el emperador Enrique dijo: "¿Por qué no había Credo en la Misa de Coronación?" El Papa estaba un poco avergonzado por que no entendía mucho de estas cosas. Llamó a sus prelados y a su maestro de ceremonia para que ayuden. Estos dijeron con un gesto un tanto orgulloso: "La Iglesia de Roma siempre ha sido fiel a la fe. Por eso no es necesario confesarla en la Misa". Esto sin embargo no le agradó al Papa. En el acto dijo al emperador: "A partir de ahora queremos cantar el Credo en la Misa". Y así sucedió. El abad Berno de Reichenau del lago de Constanza estaba presente y lo ha contado.

Tampoco en nuestros días hay Misa dominical o de solemnidad donde no se proclame el Credo. Cada vez la cubre un rayo de la Misa de Coronación del emperador. Es que con el Credo coronamos el evangelio y la homilía o prédica. Decimos nuestro "sí" a las verdades de fe que nos han presentado en la Liturgia de la Palabra. Decimos "Amén" al sermón.

Con todo, la primera palabra "Credo" es especialmente importante. El músico Ludwieg van Beethoven ha compuesto una Misa Cantada a varias voces. Se cuenta que con ella ha querido dar un sermón a su época. Ya no se creía mucho en la grandeza de Dios y su gloria, ni en Jesucristo, el Hijo de Dios. Ya no se tenía fe sino se investigaba solamente y se reflexionaba y nada más. Entonces Beethoven les cantó y les tocó: Credo, Credo...

Queremos seguir su ejemplo y proclamar en medio de nuestro tiempo: Credo, Credo - creo, creo.








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