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viernes, 10 de junio de 2016

Sé hombre y cásate. 4 razones contundentes a favor del matrimonio

«Cásate: si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo,
lo que siempre es útil para el hombre» (Aristóteles).


Andrés D'Angelo, catholic-link
El matrimonio tiene mala prensa. Basta recorrer algunas citas de los últimos años sobre el matrimonio:
«El hombre está incompleto hasta que se casa: entonces está terminado» (Sza Sza Gabor).
«Me casó un juez, debí pedir un jurado» (Groucho Marx).
«Mi mujer y yo fuimos felices por 20 años. Y luego nos conocimos» (Rodney Dangerfield).
Parece que casarse es una maldición, y sin embargo, la Iglesia lo tiene como un sacramento. ¿Puede un sacramento ser una maldición? ¡El instinto nos dice que no! Y sin embargo, ¿por qué tanta aversión al matrimonio en la cultura popular?
El video de hoy nos trae un resumen de los hallazgos de la sociología y la estadística acerca del matrimonio. ¡Parece que casarse tiene algunas ventajas! Cuando estaba escribiendo mi libro: «Matrimonio Fácil para tiempos difíciles» estuve buscando entre muchos estudios de medios académicos con suficientes acreditaciones para ver qué efectos benéficos tiene el matrimonio, y encontré estos mismos resultados, pero con un “extra”, que tal vez no queda claro del todo en el video: ¡Los que obtienen estos beneficios son los que se casan “para siempre”! Aquellos que llegan al matrimonio “a prueba” o con la posibilidad de un divorcio como “salida” no disfrutan de los mismos beneficios. Y creo que allí está la explicación de las frases tan antipáticas sobre el matrimonio: los que obtienen malos resultados del matrimonio ¡No se lo toman en serio! Por eso no entienden que los católicos vayamos al matrimonio con una sonrisa en la boca y una flor en el ojal.


De allí podemos deducir una consecuencia práctica para nuestra vida matrimonial actual. ¿Estás teniendo malos resultados en tu matrimonio? ¿Qué tan en serio te lo tomas? ¿Consideras que el matrimonio es una relación hasta que la muerte los separe? ¿Qué tal si se proponen entre los dos renovar sus votos matrimoniales y ser nuevamente ser fieles, amarse y respetarse en prosperidad y en adversidad?
El video, sin embargo, presenta una visión calvinista de la realidad sobrenatural: algo así como «aquellos que prosperan son los bendecidos de Dios». Para nosotros, los católicos, las cosas son un poquito diferentes: casi todas las cosas que dice el video sobre el matrimonio, son “la añadidura”, son lo que obtenemos como beneficio extra por medio del sacramento. ¡Pero el beneficio principal es que éste nos lleva al Cielo!
Una cita que siempre me llamó la atención en el Evangelio es en la que le preguntan a Jesús por qué Moisés había permitido la carta de divorcio –Jesús le contesta que fue «por la dureza de vuestros corazones»– ¿Por qué contesta eso? ¿Qué hay de diferente entre el tiempo antes de Cristo y el actual? ¡Qué Jesús vino a ablandarnos el corazón! Jesús eleva el matrimonio a la categoría de sacramento, es decir, convierte algo natural (como el pan y el vino mediante la transubstanciación) en algo sobrenatural (como su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad). El Matrimonio era un contrato natural, fundado por Dios mismo en la creación, pero que había caído por el pecado original en la maldición, en el endurecimiento del corazón. En las bodas de Caná Jesús eleva ese contrato natural al grado de Sacramento, es decir lo convierte en un medio de santificación. ¿Santificación para quien? ¡Para los cónyuges y los hijos! ¡Incluso para los vecinos! Un matrimonio bien avenido, un matrimonio construido sobre la Roca que es Cristo, ¡Sirve de medio de santificación para casi todos los que se acercan a él!
Termino el comentario al video con una cita de Tertuliano que me parece que es la auténtica visión del matrimonio católico:

«¿Cómo podré expresar la felicidad de aquel matrimonio que ha sido contraído ante la Iglesia, reforzado por la oblación eucarística, sellado por la bendición, anunciado por los ángeles y ratificado por Dios Padre? Porque, en efecto, tampoco en la tierra los hijos se casan recta y justamente sin el consentimiento del padre. ¡Qué yugo el que une a dos fieles en una sola esperanza, en la misma observancia, en idéntica servidumbre! Son como hermanos y colaboradores, no hay distinción entre carne y espíritu. Más aún, son verdaderamente dos en una sola carne, y donde la carne es única, único es el espíritu. Juntos rezan, juntos se arrodillan, juntos practican el ayuno. Uno enseña al otro, uno honra al otro, uno sostiene al otro. Unidos en la Iglesia de Dios, se encuentran también unidos en el banquete divino, unidos en las angustias, en las persecuciones, en los gozos. Ninguno tiene secretos con el otro, ninguno esquiva al otro, ninguno es gravoso para el otro. Libremente hacen visitas a los necesitados y sostienen a los indigentes. Las limosnas que reparten, no les son reprochadas por el otro; los sacrificios que cumplen no se les echan en cara, ni se les ponen dificultades para servir a Dios cada día con diligencia. No hacen furtivamente la señal de la cruz, ni las acciones de gracias son temerosas ni las bendiciones han de permanecer mudas. El canto de los salmos y de los himnos resuena a dos voces, y los dos entablan una competencia para cantar mejor a su Dios. Al ver y oír esto, Cristo se llena de gozo y envía sobre ellos su paz» (Tertuliano, ad Uxorem, 9).


Para revisar en pareja:
¿Cómo está nuestra relación? ¿Creemos que el matrimonio es para siempre? ¿Renovamos nuestros votos matrimoniales con frecuencia? ¿Ayudamos a que nuestros hijos tengan una visión positiva del matrimonio?

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