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domingo, 10 de enero de 2016

Siria se muere, literalmente, de hambre

Más de 400.000 sirios se encuentran sitiados y sin ayuda humanitaria


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Álvaro Real, aleteia
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha advertido en su informe del mes de diciembre sobre la grave situación en la que se encuentran más de 400.000 sirios. Se trata de 200.000 personas en Dier Ezzor sitiada por el Estado Islámico; 181.000 en Rif Dimashq sitiadas por Bachar el Asad y otras 12.500 asediadas por el Frente Al Nusra.

Junto a estos 400.000 sitiados se encuentran otros 4,5 millones de sirios en situación de “difícil acceso”, lugares donde no llegar a materias primas y donde existe una gran irregularidad de abastecimiento.

Natalia Sancha, corresponsal de EL PAIS muestra cómo viven los sirios sitiados. Por teléfono y desde Madaya, Abou Ahmed, peón y padre de seis niñas le relata la situación: “Vivimos como animales. Nos subimos a los árboles para arrancar sus hojas o cortar hierbas para hervirlas. Entre la basura he llegado a ver piel y restos de huesos de gato”.

En esta ciudad nadie entra ni sale, todo esta sitiado y sellado a cal y canto por las tropas de Hezbolá (aliado a Bachar el Asad): “En todo el mercado apenas podrías recolectar un kilo de arroz, y ello a 245 euros”, dice Abou Ahmed. 

Madaya es sólo un ejemplo de las ciudades de Siria, un país que se muere literalmente de hambre: “No se ve un solo niño jugando en la calle. Mis hijas están postradas todo el día por los suelos sin energía para moverse”, espeta el angustiado padre desde Madaya a la corresponsal del diario español El País.

La despiadada táctica de asfixiar a la población para forzar la rendición está haciendo estragos. Natalia Sancha explica en su artículo la situación en estos momentos: “Los escasos alimentos que entran lo hacen desde helicópteros a la base militar. Los vecinos mueren literalmente de hambre. Sin que ninguna ayuda humanitaria haya logrado romper el cerco impuesto en tierra del ISIS, los vecinos beben agua sucia del Éufrates y comen hierbajos. Los pocos alimentos que entran lo hacen de contrabando, nutriendo el lucrativo mercado en el que participan tanto soldados del régimen como rebeldes armados”.

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